Título: La Sede de los Imaginatos
Editorial: Berenice
Autor: Patricia García-Rojo
SINOPSIS
La Sede de los Imaginatos, libro último de la tetralogía «Los portales de Éldonon»
Por fin Éldonon disfruta de paz. Carlos, lejos de la maléfica Igua, descubre el
mundo de la imaginación como nunca antes lo ha conocido. La alegría inunda
todos los rincones, los eldonianos celebran su libertad y viven por fin sin ser
esclavos del terror que los ha mantenido atenazados durante tantas
generaciones. Carlos y sus compañeros se enfrentarán en este clima de paz a su
último año como aprendices en la Sede de los Imaginatos. ¿Será este oficio
eldoniano tal y como lo han imaginado? Todo parece marchar a la perfección
hasta el cumpleaños de Carlos; entonces un extraño regalo aparece en su
habitación llevando la firma de su vieja enemiga. ¿Amenazará esto la vida de los
aprendices o será sólo un mensaje de otro tiempo? ¿Deben preocuparse en Éldonon
o su victoria es definitiva? ¿Podrían vivir en la Tierra desligados de los
mundos de la imaginación?
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Al ser el último libro, no voy a hablar mucho de él para no estropearos nada a los que aún no lo habéis leído, pero sí que voy a contaros cómo descubrí esta saga, porque cuando una se termina una saga como Los portales de Éldonon, se te queda marcado para siempre. Y cuando digo para siempre, me refiero a esos libros que todo el mundo tiene en sus estanterías que leyó de pequeño y que le guardan un cariño especial a cada año que pasa. Son esos típicos libros que todo el mundo recordará cuando sean mayores.
Empecé a leer el primer libro, La Fábrica Creátor, cuando tenía catorce años en clase de Lengua y Literatura porque nos lo mandó nuestro profesor, ya que Patricia venía a nuestro instituto a presentar la novela. Y me gustó tanto que a los siguientes años, mis amigas y yo empezamos a llamar Igua a una profesora (aunque ahora que lo pienso, Igua al lado de ella se queda pequeña).
Y ahora, con veinte años, he acabado La Sede de los Imaginatos, el último libro de la saga. Tenía miedo de saber cómo acabaría, porque a mí estas cosas me ponen nerviosa y triste a la vez. Pero bueno, a mí no me ha defraudado en absoluto. Sí es verdad que esta novela ha sido la más compleja de entender; aquí se explica la creación de Éldonon en su totalidad, con sus reglas, sus misterios ocultos y esas cosas que los imaginatos ven a simple vista, pero los humanos no. Hay que fijarse bien, ver bien.
Si fuera eldoniana, elegiría ser somnio, aunque antes dudaba con creátor o imaginatos, pero me decanto por somnio porque lo de ser creátor lo veo complicado (crear y pensar una cosa, su funcionamiento..., es difícil). Me quedo con ser somnio porque así puedo crear sueños y pesadillas, de tal forma que podría ver lo que quiero imaginar para escribirlo después. Esa atmósfera de noche y frío va mucho conmigo. Y el color de los somnios es el azul, mi color favorito.
Ahora me toca despedirme de esta gran saga y de, cómo no, sus fantásticos personajes que se me han hecho tan reales desde que leí el primer libro: Adiós a Carlos (con el que más me identifico), a Peter (el chico rubio y alegre que siempre está de broma y nunca se separa de su hada), Marina (la mejor amiga de Carlos y dispuesta a ayudar a sus amigos), Michael (el chico que empezó de chulito montado en su monopatín y cambió para no parar de tomar apuntes en su libreta), Annette (la francesita dulce, cariñosa y sensible que siempre se mantiene fuera del peligro), Ernik (ese entrañable personaje) y Mai (esa chica misteriosa y lista que al principio me caía un poco mal, pero luego me di cuenta de lo contrario). Un gran adiós a Éldonon -que para mí no ha acabado y no se acabará nunca mientras tengamos imaginación-, y también, cómo no, darle las gracias a Patricia García-Rojo por haber escrito estos libros y por incluírme en los agradecimientos. Todavía me pregunto por qué y me sigo sorprendiendo.
¡Adiós eldonianos! Larga vida a
Éldonon.